Vamos a contarles hoy de un queso y de su leyenda, aunque en ello no hay novedad porque todos los quesos tienen la suya: leyenda y mito... El que hoy nos ocupa tiene filiación francesa, y aunque su recorrido histórico suma ya más de doscientos años, probablemente es el más joven de los quesos del vecino país; desde luego, sin duda alguna, es uno de los más célebres: el Camembert.
1928 Inauguración monumento a Marie Harel |
El tema tiene su engarce de efeméride -que ya saben cuánto nos gusta buscar ese vínculo- ya que viene de cumplirse el 83 aniversario de la inauguración, solemne y oficial, de la estatua-monumento que, el 7 de abril de 1928, se erigía, en el centro de la pequeña villa normanda de Camembert, a mejor gloria de una campesina local, de nombre Maria Harel, en la que la historia reconoce la invención –aunque esto habrá que matizarlo ahora- del famoso queso, lo cual habría ocurrido en una fecha no precisada de finales del siglo XVIII, muy probablemente hacia el año de 1791
Digamos, por situarnos en precedentes, que el caso del Camembert es singularmente curioso; así sólo sea por la circunstancia extraordinaria de que en la pequeña villa de Camembert, en el corazón profundo de Normandía, ni en sus alrededores comarcales, apenas se cuentan fábricas de entidad que elaboren este célebre queso. Las grandes fábricas de Camembert, al menos durante más de un siglo, estuvieron muy lejos de allí, en las proximidades de Paris, en Holanda, aquí en España alguna...y en muchos países, entre ellos Estados Unidos; de donde, precisamente, surge la historia curiosa que engarza toda esta leyenda que hoy venimos a contarles, y que sirvió de acicate para que los propios franceses reconstruyeran su propia historia, en lo que hace a éste, hoy universal y celebérrimo, tipo de queso.
Fue en el arranque de los años 20 del pasado siglo, cuando en la villa normanda se presentó un personaje, de nombre Joe Knirim, médico estomatólogo de profesión, cuya consulta ejercía en la ciudad de Nueva York. Mr. Knirim había cruzado el Atlántico con el principal propósito de rendir homenaje y depositar unas flores ante la tumba de Marie Harel, a la que él tenía por inventora del queso en cuestión, al que atribuía los muchos alivios y remedios que, recetándolo, había procurado a sus enfermos.
Alquería donde vivíó Maria Harel |
Pero ocurrió que, al llegar a la aldea de Camembert y preguntar por la tumba, nadie supo darle noticia de ella, ni siquiera garantía documental de que en realidad hubiera existido tal personaje. El médico se sintió muy decepcionado, pero no se amilanó tras la noticia, y ofreció sus dólares para que se investigara concienzudamente la cuestión.
Y así fue que, al paso de algún tiempo, las pesquisas dieron resultado: la tal María, efectivamente, había existido y, a falta de prueba en contra, ciertamente a ella cabía atribuir el primer comercio de aquel queso nuevo; aunque probablemente la novedad no se había debido a su magín inventor sino a la circunstancia de haber acogido en su casa, como refugiado en los años terribles post-revolucionarios, a un clérigo fugitivo que procedía de la región de Brié. Aquel sacerdote le habría transmitido la fórmula que dio lugar a un queso nuevo, diferente al de Brié, aunque claramente emparentado, pero con características radicalmente únicas.
Y así fue como, recuperada la memoria por sus propios paisanos, por suscripción pública, el 7 de abril de 1928 y con la asistencia del expresidente de la República, Alexandre Millerand, se inauguraba un hermoso monumento a la memoria de Mme. Harel. Para tal acto, la municipalidad de Camembert quiso invitar al dr. Knirim, pero la respuesta a su telegrama les llegó con la noticia de que aquel doctor, que había sido motor de toda la iniciativa, había fallecido hacía unos meses.
Tras el bombardeo |
Y llegó la guerra, la Segunda Guerra Mundial, que, como bien se sabe, en el verano de 1944 castigó con gigantesca crueldad toda la región de Normandía. En uno de aquellos bombardeos, la propia villa de Camembert resultó prácticamente arrasada, y el monumento en cuestión también.
Tras la guerra, los Estados Unidos se implicaron muy directamente en la reconstrucción de la villa y, en particular, un fabricante de quesos de Ohio se ofreció para erigir un nuevo monumento y una estatua de la buena Marie en la plaza del Ayuntamiento, que fue inaugurada el 4 de octubre de 1956.
nuevo monumento |
Y tras el relato curioso de esta peripecia, centrémonos ya en el queso. El Camembert está elaborado enteramente con leche de vaca cruda, de una pasta blanda que forma en su exterior una corteza amarillo-anaranjada, que el efecto de unas oportunas bacterias acaba por recubrir de una fina capa vellosa de color blanco, lo que le infunde un gusto ligeramente amargo, muy agradable.
En 1890, otro personaje también muy a tener en cuenta de reconocimiento en esta historia, monsieur Ridel, inventó la cajita redonda para conservarlo. El Camembert universal cobraba así su definitiva tipología. Y decimos “universal”, siendo tan francés, porque la guerra judicial de los normandos por lograr para ellos solos el reconocimiento de Denominación de Origen duró más de cien años, e incluso casi doscientos, ya que no fue hasta 1983 cuando se logró la demandada Denominación, que ni siquiera es “Camembert” sino “Normandía”.
nueva estatua |
Y es que durante todo ese larguísimo período de pleitos y demandas, no fue posible demostrar que las características sápidas diferenciales del queso en cuestión podían asimilarse como causa particular y directa, ni con el tipo de leche, ni con la cualidad particular de los prados, ni con ninguna específica circunstancia de la climatología o las tierras locales, que confiriera al queso esa definición propia. De ahí que en Lugo, y en Jaén, en Tudela o en León, puedan hoy hacer su Camembert, que lo será en plenitud, si está bien hecho, legítimamente, y podrá llamarse así, con ese nombre; aunque, eso no, no podrá ser nunca, claro está, un Camembert ...de “Normandía”. Buen provecho.
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