Volvemos hoy por la senda del mundo del vino; para contarles de uno de los caldos más legendarios del universo mundo: el malvasía canario. Un vino en el que todo es extraordinario, y por el lado de la mayor excelencia. Desde su historia, auténticamente mítica; la peculiaridad de su cultivo, en un titánico empeño y esfuerzo por sacar adelante cada una de las cepas; la singularidad de un varietal de aristocrática estirpe, ya que la decimonónica filoxera nunca llegó a Canarias; y otra doble nota más -por acotar y dejarlo aquí-, no menos curiosa e igualmente derivada de esa aislada localización, cual, de una parte, que el canario sea el vino más sureño del hemisferio norte, y, de otra, que por la consideración que las Islas Canarias tienen, en tanto que españolas, de territorio “ultraperiférico” de la Unión Europea, sea el que allí se produce, en verdad y ciertamente, éste sí, el primer vino europeo del año.
sobre la roca volcánica de Lanzarote, protegida cada cepa por por pequeños muros |
Sí, porque cuando el galo “Beaujolais nouveau”, apurando irresponsablemente su ciclo, sale al mercado el tercer jueves de noviembre, ya hace algunas semanas que los vinos canarios están perfectamente “hechos” y, esta vez sí, en plenitud de su ciclo completo y natural. Es sólo cuestión de clima, ya que cuando ese “beaujolais”, o cualquier otro francés, o español peninsular, ni siquiera se ha vendimiado aún, la uva canaria ya hace más de un mes que se hizo mosto, por ser vendimiada en los primeros días de agosto, o incluso en los finales de julio. A tanto llega el adelanto en las Afortunadas islas.
malvasía |
Los varietales autóctonos isleños son varios, y los más nobles de ellos de uva blanca. En la cuenta está, como la más extendida, la “Listán”, que viene siendo la versión canaria de la jerezana “Palomino”; la “Albillo”, la “Marmajuelo”, la “Gual”… y la que hoy nos ocupa con especial interés: esa legendaria “Malvasía”.
La “Malvasía” es, pues, una variedad de vinífera, una cepa, que produce un vino de indiscutible nobleza y carácter, cuando seco, y excepcional y extraordinario, grandioso, cuando dulce. Dicen los estudiosos que la uva malvasía tiene su origen primigenio en el oriente mediterráneo, en el griego Peloponeso, tal vez, o en la isla de Creta, más probablemente. Pero, en lo que a nosotros ahora nos ocupa, la tal malvasía habría llegado a Canarias allá por el primer tercio del siglo XVI, según se cuenta para ocupar el espacio que el cultivo de caña de azúcar iba dejando en nuestras islas tras la sorprendente aclimatación que la planta azucarera estaba consiguiendo, rapidísimamente, en las nuevas tierras americanas.
Shakespeare fue un declarado enamorado del "canary" |
El caso es que en muy poco tiempo, los malvasías canarios cobraron una enorme celebridad en todas las cortes renacentistas del momento. Particularmente, fueron los ingleses quienes más se quedaron prendados de ellos. Y a tanto llegó la identificación del malvasía con nuestras islas, que los tales británicos lo bautizaron directamente como “canary”. El gran Shakespeare, dejó constancia escrita de ese aprecio en su “Enrique IV” y en “Las alegres comadres de Windsor”, donde un personaje reconoce que son vinos que “alegran los sentidos y perfuman la sangre”. Aunque no todos los tragos, por aquellos pagos de la Pérfida Albión, fueron tan gozosos y gratificantes. Véase, si no, el caso del duque de Clarence, hermano del rey Eduardo IV, del que se cuenta que acabó sus días en la Torre de Londres, ahogado en un barril de “canary”. Había sido, el malhadado duque, condenado por traición a la pena capital, pero el privilegio de su hermano le permitió elegir el modo de hacer el tránsito, y fue el caso que eligió morir ahogado en un barril de vino canario. Así lo cuenta la leyenda, aunque parece bastante improbable que tal ocurriera históricamente, ya que la fatal sentencia se produjo en el año 1478, y no es muy verosímil que el malvasía canario, así sólo fuera el de sus primeras cepas, estuviera ya en producción en las islas en una fecha tan temprana.
Falstaff, el shakespeariano personaje, liante y enredador, de "Enrique IV". |
El malvasía canario de hoy en día sólo tiene una pega: la cortedad de su producción, a la que coadyuva, además, la peculiaridad climática de la escasez de lluvias, que propician un bajísimo rendimiento de cada cepa. Todo lo cual hace que los deliciosos malvasías canarios apenas puedan, en su comercialización, trascender a la propia demanda de las islas. En casi todas, en las diferentes Denominaciones isleñas, se producen malvasías, pero en lo que hace a la variedad dulce, quinta esencia de estos vinos delicados, de color oro viejo, fuertemente aromáticos, de dulzor nada empalagoso y hasta un ligerísimo pero perceptible y muy sutil final amargo, los de Lanzarote alcanzan el culmen, lo máximo de su soberbia potencialidad de expresión. Y es bien curiosa también esta circunstancia, porque las cepas lanzaroteñas nada tienen de vínculo directo con aquel comercio legendario renacentista que venimos de evocar, ya que las primeras viñas que se plantaron en la isla de Lanzarote son de una época, en todo caso, posterior a la erupción del Timanfaya, acaecida en 1730.
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