Como cada tercer jueves de noviembre, nuestra vecina Francia vive hoy una jornada de singularísima exaltación vínica: el día de la presentación anual del celebérrimo Beaujolais Nouveau, es decir, el vino joven, recién salido de la cosecha misma de este año, aún tan reciente. Presumen los franceses, en su “grandeur”, que su Beaujolais es el primer vino europeo que sale al mercado. Antes, también presumían de que ese “peleón” de tan rápida y urgente factura también era un vino bebible, decente y recomendable… pero los tiempos han cambiado mucho, muchísimo, en lo que hace a esos criterios en los últimos años. Y hoy son los propios franceses, en su inmensa mayoría, quienes, sin dejar por ello la querencia participativa a esa liturgia báquica que la tradición marca para cada tercer jueves de noviembre, reniegan abiertamente, y admiten sin rubor, que el “Beaujolais”, a los gustos de hoy, no es otra cosa que un “peleón” bravío de paladar infumable.
Beaujolais es una región del sureste de Francia, situada al este del Macizo Central. Sus vinos, que ciertamente tienen una larga e histórica tradición, de engarce medieval, son en su mayoría tintos, procedentes de una variedad de uva autóctona, la “gamay”. Al margen de ese varietal singular, la peculiaridad más distintiva de los caldos de esta amplia zona es su elaboración mediante un proceso de fermentación acelerada; lo cual permite, así sea con gran precariedad de resultado, esta curiosa circunstancia de poder situar en el mercado tales vinos, presuntamente finalizados en su elaboración, apenas un mes y medio después de la vendimia. Es la tradicional “Carrera del Beaujolais”, que tomó cuerpo de presentación ceremonial, en la fecha de este tercer jueves de noviembre de cada año, en los angustiosos tiempos del final de la II Guerra Mundial. Luego, y desde entonces acá, la demostrada capacidad de los franceses para “mejor vender” sus productos gastronómicos y bodegueros, hizo el resto; consolidando durante décadas esa liturgia ceremonial de la “prueba” obligada, en toda Francia, ciudades, pueblos, y Paris a la cabeza, de “Beaujolais Nouveau” en esta fecha del tercer jueves.
Y la costumbre sigue. Aunque, como decíamos, los propios franceses, conocedores y expertos, no dejen cada año de repugnar y repudiar, en voz muy alta, de este vino en cuestión… “vin de merde”, como lo calificó, en un polémico y escándaloso artículo –que llegó a los Tribunales europeos- la influyente revista “Lyon Mag”. De hecho, la producción anual de “Beaujolais” no deja de caer precipitadamente de año en año. En 2002, más de 13 millones de botellas, que no llegaron a venderse, acabaron destinadas a vinagre. Menos mal que, para los productores de Beaujolais, queda, como fenomenal recurso, el de esa imagen tan célebre en el exterior. Principalmente en Japón, donde el fenómeno del Beaujolais Nouveau ya casi gana en popularidad e implantación a la propia Francia. Tienen, además, los japoneses, a gala el hecho de que su ubicación horaria les permite, sin salirse de la fecha emblemática, probar el nuevo vino bastantes horas antes que los propios franceses. Más de once millones de botellas son las que han importado este año, que desembarcaron allí hace ya algunos días.
Los japoneses siente auténtica pasión desaforada por el beaujolais nouveau |
En fin, el Beaujolais, todo un fenómeno. Tan peculiar y anacrónico, como si aquí en España dedicáramos un día a recuperar, de manera generalizada, aquellos infumables vinos graneles de antaño, elaborados al margen de toda enología en azufrados depósitos de cemento, y almacenados después en los típicos y cien veces reutilizados “pellejos”, de aquellos orondos que ensartó con su valiente espada el hidalgo Quijote. Muy romántico, puede. Pero muy “demodé” -por decirlo también en francés-, seguro. Buen provecho.
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