En algún lugar hemos leído que el mercado de la galleta cobra brío en los tiempos de crisis. Si así fuera, quién duda de que en estos días en España los consejos de administración galleteros deben de andar exultantes. Pena que en la mayoría de esos Consejos ya no figure en cabeza capital español. El mercado nacional galletero, como tantos otros del ámbito de la alimentación y la distribución, ha pasado en las últimas décadas, casi sin excepción, al dominio de los grandes grupos multinacionales en liza. Y viene esto a cuenta de memoria de la entrañable celebración que se cumple, y se promueve por estos días, del 130 aniversario de la fundación de “Galletas Fontaneda”.
Monumento al fundador de Fontaneda en Aguilar de Campóo |
La localidad palentina de Aguilar de Campóo focalizó durante décadas el universo galletero. Allí, en 1881, Eugenio Fontaneda, vástago de un pastelero local, fundó una pequeña empresa galletera llamada a situarse con los años a la cabeza destacada del mercado nacional. El gran impulso diferencial se produjo en las primeras décadas del nuevo siglo, cuando este emprendedor, tomando como modelo la nueva galleta que empezaba a circular por Centroeuropa, popular, ligera y, sobre todo, barata, bajo el nombre de “María”, la incorporó a su catálogo. Por aquel entonces -años 20/30-, las galletas de Fontaneda ya habían logrado emparejar su presencia en el mercado con la bilbaína “Artiach”, y fue la irrupción de la “María” (quien da primero, da dos veces), la que vino a darle el definitivo liderazgo. En los años 60 ya eran cinco las fábricas, todas importantes, que, radicadas en la villa palentina, hacían de Aguilar la capital indiscutible de la galleta española. Luego llegó la crisis, agudísima en este sector, que en el tramo final del siglo pasado vino a liquidar prácticamente esa tradición, forzando cierres, despidos masivos de personal y, finalmente, el traspaso de titularidad y de capital a multinacionales extranjeras. En Aguilar de Campóo tendrán que pasar muchas generaciones para que el lastre emocional de tan drástica liquidación -130 años de memoria y orgullo local- pase definitivamente al olvido.
La historia de las galletas, ampliamente entendida, es casi tan larga como la del hombre en su proceso de civilización, cuando empezó a incorporar a su dieta los primitivos panes ácimos, resultado del primer aprovechamiento de la pasta cereal. En sentido histórico, la fecha de las primitivas galletas, entendidas como hoy las conocemos, podría situarse en algún momento del tramo final del Imperio Romano, cuando empezaron a ser de uso común, en funciones teatrales y fiestas religiosas, como tentempié, una especie de tortas recocidas de avena (plakon) que se consumían acompañadas de queso blanco y miel.
No obstante, el hito más trascendente en el consumo de galletas se produjo en los siglos XVI y XVII, cuando devino el tiempo de las grandes navegaciones ultramarinas. Una de las cualidades más distintivas de la galleta es su sequedad, su bajísimo contenido en agua, resultado de la doble cocción al que se ven sometidas en su proceso de elaboración. Tal cualidad, que dificulta grandemente el desarrollo en ellas de los gérmenes, junto con su alto contenido calórico, las hacía alimento ideal, como sustitutivo del pan, en los grandes viajes oceánicos. La expedición de Magallanes, por ejemplo, llevaba a bordo más de dos mil quintales de galletas.
Y ya en lo que hace a la fabricación industrial, la gran fecha es la de 1810, cuando inició su producción, ya casi totalmente mecanizada, la fábrica inglesa “Carr&Company”, que muy pronto fue imitada por otras fábricas inglesas, francesas y alemanas. En el último tercio del siglo ya conocemos fábricas de galletas radicadas en Italia y en España. Y es concretamente en 1875 cuando tiene lugar un hito memorable: en aquel año, la Gran Duquesa María, hija del zar Alejandro II, se casó con el Duque de Edimburgo, de la real familia inglesa. Para celebrar aquel acontecimiento, la empresa galletera inglesa "Peekfreem" creó la gallega “María”, dedicada expresamente a la Gran Duquesa, que con el tiempo llegaría a ser la galleta popular por antonomasia. La fórmula original fue imitada muy pronto por distintos fabricantes, y de la mano de “Artiach” y de “Fontaneda”, esa galleta redonda, popular y barata, llegó a España y se hizo familiar en todos nuestros hogares.
En lugar de 'galletas' pon 'filloas' y el artículo vale igual. Me parece muy poco riguroso.
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