martes, 19 de junio de 2012

Peras, el ciclo veraniego



      Es verdad que en el capítulo de las frutas, como en tantos otros cultivos agrarios, y también pesqueros, la “estacionalidad”, que antaño ponía fecha tasada a sus ciclos de comparecencia en los mercados, se ha ido diluyendo. Globalizaciones, de una parte, que nos traen a diario productos de los más exóticos confines, y cultivos extensivos propios, selecciones y manipulaciones de semillas, producciones de invernadero… Todo ello hace que hoy dispongamos de esos productos prácticamente todo el año, sin apenas interrupción. Sin embargo, siendo así como es, fenómeno imparable, los ciclos naturales de crecimiento y maduración continúan siendo los mismos y estando ahí, marcando el tiempo sazón de los productos de huerta, y muy particularmente de los frutales, como la pera, de la que hoy les contaremos algunas notas de interés y curiosidad.
      Ciertamente, en los tiempos que corren disponemos de una buena provisión de peras durante todo el año, pero la época de su mayor esplendor, máxima gustosidad y mejor precio es ésta de los meses de verano. Precisamente ahora, en su inicio, aparece en los puestos una pera de minúsculo tamaño, de deliciosa pulpa dura y carnosa: las conocidas como peritas de San Juan. Ya en el corazón del estío, el tiempo sazón corresponderá a las conocidas como peras de agua, o blanca de Aranjuez, verdosa y brillante, de carne fina, aromática y azucarada. De Lérida, y de la comarca oscense del Bajo Cinca, llegará también la afamada limonera, alargada, amarilla-rosada y de carne granulosa y jugosa. Y ya encarando el otoño, entre las variedades más tardías, la muy apreciada y cada vez más omnipresente conferencia, venida de Italia.
      Hoy se cuentan por cientos las variedades de peras que se consumen en todo el mundo, de todos los sabores, aromas y tamaños. Sin embargo, convendrá saber que en tiempos pretéritos, la pera fue un fruto más bien minúsculo, y muy corto en variedades. La mano del hombre, con injertos sucesivos, y selecciones y cruces de semillas, ha propiciado el panorama actual que nos ofrece esta amplísima panoplia de variedades, perfectamente distintas unas de otras por su volumen, por su forma y por la suculencia del fruto.
      Dicen los eruditos que el peral es un árbol originario de Asia Menor. Aunque existen datos arqueológicos que confirman su existencia 3.000 años antes de Cristo, no fue, no obstante, hasta los tiempos del Imperio Romano cuando la pera alcanzó su definitiva difusión y aprecio. El árbol y el fruto pasaron entonces de ser un producto raro y exótico a un cultivo generalizado. En los fogones romanos menudearon las recetas con su concurso, y hasta de las peras se hicieron entonces apreciadísimos vinagres. Fueron las legiones y la extensión territorial de Roma las que difundieron el cultivo del peral por toda Europa, como bien se refleja en que todos los idiomas europeos han conservado, con poca alteración, la designación latina del nombre que ellos le dieron: pira.
bodegón de Fernando Rivero
      Italia sigue siendo hoy el primer país productor de peras de Europa, seguido de Francia, y de España, en tercer lugar, con un consumo medio entre nosotros de unos seis kilos por persona y año. Probablemente, de esos seis, cuatro -o incluso más-, se distribuyen y reparten en estos meses de verano, ya que la pera, además de sanísima y muy digestiva, es, probablemente, una de las frutas que más y mejor ayudan a calmar la sed. Que ustedes se refresquen bien. Buen provecho.



No hay comentarios:

Publicar un comentario