lunes, 4 de julio de 2011

Ensalada César


      Cualquier época del año es buena, pero quién negará que el verano es el tiempo ideal para las refrescantes ensaladas. Hoy les traemos cuenta de una muy concreta, con nombre y apellido de universal conocimiento, y muy en particular en los restaurantes de más ínfulas del mundo anglosajón: la celebérrima Ensalada César que, véase la feliz concurrencia, “nació” de su creador un día como hoy hacer 87 años: el 4 de julio de 1924
      Como buen número de creaciones culinarias inventadas el pasado siglo, la Ensalada César tiene fecha de nacimiento, padres conocidos y una curiosa historia. Aunque “controvertida” historia también, cabría decir, porque a la Ensalada César, por esa proyección de prestigio que alcanzó en tan poco tiempo, muy pronto le salieron un sinfín de “padres”, dispuestos a arrimar la ensalada, es decir, la patente, a su sardina. En muchos sitios todavía puede leerse que la Ensalada César nació en los fogones del neoyorkino Waldof Astoria, otros sitúan el alumbramiento en un mafioso casino de Atlantic City; muchos, atribuyen la elección del nombre como homenaje al emperador don Julio, Julio César. Pero no es así, ni mucho menos.
César Cardini
      En 1953, interviniendo en el caso para hacer en él justicia, la parisina “Sociedad de Epicúreos” emitió un dictamen definitivo e inapelable: la Ensalada César fue creada, y además en esa fecha concreta del 4 de julio de 1924, por un cocinero de nombre César Cardini, que por aquellos días ejercía su buen oficio en la ciudad mejicana de Tijuana. Al tiempo de este aclaratorio laudo histórico, la Sociedad de Epicúreos adjuntó entonces en su comunicado una declaración solemne calificando a la Ensalada César como “la más grande receta originada en América en 50 años”.
      Hoy en día, como decimos, la Ensalada César es probablemente la más popular de las ensaladas de la llamada “cocina internacional”. Omnipresente en la carta de la inmensa mayoría de los restaurantes de ese ámbito anglófono. Con los años, la fórmula se ha ido enriqueciendo, y las más de las veces complicando, con múltiples adiciones: que si mostaza, que si anchoas, que si una multiplicidad de hierbas aromáticas. Adornos, muchas veces superfluos, para una formulación que fue, sobre todo, sencilla y genial en su origen.
El restaurante, en los años 30
      La historia cierta cuenta que César Cardini, como bien se infiere un inmigrante italiano, mudado a América tras la Primera Guerra Mundial, se hallaba al frente de su modesto restaurante de Tijuana cuando aquel día -más bien aquella noche del 4 de julio de 1924, porque fue a la cena-, recibió en su local a un grupo bastante nutrido de ciudadanos estadounidense que celebraban la fiesta patria. Cardini se sintió un poco anonadado al ver el número, y los dólares que podían escapársele, ya que al final de aquel día apenas le quedaban provisiones en su despensa. Pero Cardini resolvió el envite con su natural desparpajo, y sacó al comedor, en un carro, casi todo cuanto tenía, para confeccionar así, en directo y a la vista, un propuesta original de ensalada, que fue improvisando sobre la marcha.
      Empezó vertiendo en un bol aceite de oliva, realzado con una pequeña cantidad de ajo. Añadió sal y pimienta, y regó con esa mezcla unas hojas de lechuga. Luego añadió unos huevos sancochados, es decir, medio cocidos, apenas un minuto. Sazonó todo con un chorrito de jugo de limón y unas gotas de salsa Perrins. Lo movió todo bien. Y completó la ensalada con un espolvoreado final de queso parmesano rallado y el adorno de unos costrones de pan frito en aceite y ajo. He ahí el milagro de una creación genial llamada a hacer historia: la hoy tan celebérrima, particularmente en todo el orbe anglosajón, Ensalada César. Buen provecho.



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