miércoles, 23 de mayo de 2012

Chocolate, dulce historia

      Hoy vamos de “dulce”; de toma churros...y moja. ¿En qué?... Pues en qué va a ser: en chocolate.
Fruto y semillas del cacao
      Empecemos por la historia: ¿Qué es el chocolate...y de dónde viene? Pues, viene de América, sí señor... y su origen es el cacao. El primer conocimiento que los europeos tuvimos del cacao, base esencial del chocolate, se produjo por el propio Cristóbal Colón, quien, en 1502, al arribar a la isla de Pinos, en la costa hondureña, recibió del jefe nativo local el especialísimo presente de una bebida que los mayas reservaban para los más altos dignatarios, cuyo nombre le dijeron era “chocoatl”, elaborada a base de unas semillas (de cacao, “cacahoatl”) tostadas y machacadas y mezcladas con agua y otros ingredientes, como harina de maíz, vainilla y otras especias.
Planta del cacao
      Lo cierto es que a Colón y a sus gentes no les pareció el invento realmente delicioso, y la cosa se quedó ahí, en la anécdota. Años más tarde, Hernán Cortés, en su expedición de conquista del imperio azteca mejicano, volvió a encontrarse con la bebida, que le fue ofrecida con el mismo revestimiento de ceremonial cuasi divino. Cortés advirtió en el brebaje una cualidad más, singularmente notable: que quienes lo consumían no pasaban tanta fatiga en las largas y penosas marchas, y fue esta razón la que le animó a promover su consumo entre sus gentes. Pero había un inconveniente, aquel chocolate, tal y como lo formulaban los indios, realmente resultaba muy amargo y, consecuentemente, muy poco sabroso para el gusto de los europeos. La solución vino de la que fue definitiva aportación española a la bebida tal y como la conocemos hoy: el añadido de azúcar.
Chocolatera española, del siglo XVIII
      Los españoles habíamos asimilado desde siglos atrás, de los árabes, el cultivo de la caña de azúcar, que fue una de las especies vegetales que primero llevamos a la América recién descubierta. En los tiempos de Cortés, el cultivo de la caña de azúcar ya estaba bastante extendido en las Antillas, y su combinación con la bebida chocolateada resultó definitiva. Según cuenta la tradición, fueron un grupo de monjes que formaban parte de la expedición de Cortés los primeros en traer a España la novedosa fórmula, semillas de cacao incluidas, que serían replantadas por primera vez en territorio peninsular en el huerto del zaragozano Monasterio de Piedra.
Bodegón, de Luis Menéndez
      Devino luego una curiosa disquisición que, aunque hoy nos parezca absurda, en su tiempo provocó ardua polémica y hondo debate teológico. La cuestión se planteaba, allá por el XVII, en razón de establecer si la ingestión de chocolate rompía o no el ayuno cuaresmal; si, en definitiva, en tanto que líquido -bebida al fin-, quedaba exento de las proscripciones o si, por el contrario, en su nutricio espesor había que entender de dominio la calidad de alimento del brebaje y debía por tanto prohibirse.
      La tesis que acabó por imponerse fue la de que no, que no rompía el ayuno, y ello contribuyó de manera definitiva a la extensión del uso y el aprecio por esta nueva bebida que los españoles habían traído del Nuevo Mundo, y cuya fórmula venían, desde casi cien años atrás, guardando con celosísimo secreto.
      Coincidía todo esto con los años clave de difusión en Europa del chocolate como bebida de consumo social, algo en cuyo definitivo refrendo tuvo mucho que ver la Corte francesa y, en ella, el protagonismo motor de la infanta española María Teresa, hija de Felipe IV, quien tras su matrimonio con Luis XIV (el Rey Sol) llevó a Versalles la costumbre muy española del chocolate. Eso sí, con algunas variantes, como la moda francesa de tomarlo muy diluido en leche, a diferencia del modo español, muy espeso y diluido en agua.
      Hasta finales del XVIII el chocolate, cuyo consumo ya se había extendido y generalizado en los más refinados salones de toda Europa, sólo se conocía como bebida, es decir, líquido. Con la máquina de vapor y la revolución industrial, nacería también el desarrollo de la industria y manufactura del cacao. A principios del XIX, en los salones franceses más distinguidos y a la última, empiezan a prodigarse una suerte de trocitos de chocolate sólido, que alcanzan un éxito notabilísimo, y son conocidos como “bon bon”. En 1828, el holandés Van Honten ideó un método práctico para obtener el cacao en polvo, separando de la semilla parte de la manteca de cacao, lo que hizo posible que algunos años más tarde salieran al mercado las formas sólidas en tabletas y pastillas. El último y definitivo gran avance se produjo en 1876, cuando el suizo Daniel Peter de Vevey logró fabricar y comercializar, en tableta, el chocolate con leche. Buen provecho…y que ustedes lo “mojen” bien.










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