domingo, 12 de junio de 2011

Salmón (I). Polémico "campanu" 2011


      Esta primavera, bien se ve, todo viene con retraso. El otrora abrileño “campanu”, el mítico primer gran salmón de la temporada asturiana, se ha pasado a mayo, por mor de la decisión de las autoridades del Principado de retrasar este año la apertura de la veda al primer día de ese mes. Sin embargo, la noticia que lleva al primerizo “campanu” al mayor relieve en letras de molde tiene fecha de estos días, ya avanzados de junio. Y tal no es otra, bien triste, que el presunto fraude habido en la fecha, la hora y el lugar de la captura.
Pescador, en el Narcea
      La vieja institución, o tradición -que ambos epítetos proceden-, del “campanu” tiene por referente principal el río Narcea, y la añeja costumbre de celebrar allí, en las parroquias de sus riberas, con toques de campanas, el anuncio de la primera captura de la temporada. Con los años, la costumbre ha derivado en emocionante lid y, por consecuencia, en astronómicas pujas en subasta para ver de hacerse con tan privilegiado ejemplar. Este año, el afortunado pescador resultó ser un veterano de la caña y cucharilla, de nombre Alberto Fernández, que firmó una pieza de 78 centímetros de largo, que dio en la báscula un peso de 5,8 kilos.

El afortunado comprador, Juan José Castaño (izqda), junto
al pescador ganador, Alberto Fernández (dcha).


      Pero ocurrió que, tras las primeras felicitaciones y enhorabuenas, no tardó en empezar a circular la polémica acerca de la veracidad de la captura en cuestión en tiempo y forma. Con todo, no parecía que la cosa fuera a ir a mayores, dado que esta cuestión del presunto fraude es, por habitual, casi consustancial cada año a la parafernalia del “campanu”. Pero resultó que esta vez el eco de la denuncia no se apagó en el día, y hasta tuvo al fin que intervenir el Seprona, y la Guardia Civil tomó declaraciones, y en asunto acabó donde está ahora mismo: en el juzgado.
Acto de la subasta y entrega del premio
      Para los denunciantes, el fraude de Alberto no ofrece duda. Primero, dicen, porque resulta sospechoso que la captura se llevara a cabo, según contó Alberto, algunos pocos minutos después de las seis y media de la mañana de aquel día, primero de mayo (la veda se levantaba, justamente, de manera oficial, a las seis y media); y segundo, porque en el lugar de la supuesta captura, el pozo la Hortona, en el concejo de Salas, dicen los denunciantes que nadie vio a esa hora al pescador triunfante, y aducen, además, que la amanecida estaba aún muy oscura para permitir la pesca. Si las cosas iban mal para Alberto, peor se pusieron a los pocos días, cuando se dio a conocer el resultado de un estudio, muy poco científico y fiable, por cierto, realizado por una bióloga de la Universidad de Oviedo que cuestiona, en base al ADN (¡anda ya, qué nivel de pericia y de medios implicados!) que el animal en cuestión tiene más probabilidades (un 60% más, según el estudio) de proceder del río Esva (que discurre muy cerca del domicilio de Alberto) que del Narcea. Pero, hete ahí la imprudencia del juicio presuntamente científico, tal informe también reconoce que no son raros los salmones que pasan de un curso al otro. O sea que, na de na por el momento. El pobre Alberto, si al final resulta ser inocente, ya ha pasado un buen calvario a cuenta de su precoz pericia. Ayer mismo, declaraba ante el juez reafirmando su inocencia. La Justicia dirá, al fin, como debe bien ser, la última palabra.
      En todo caso, litigios a parte, el protocolo del “campanu” siguió su curso natural. Como cada año, la pieza se ofreció en pública subasta, y alcanzó una cotización que a mucho parecerá estrafalaria, a pesar de haberse quedado muy lejos del récord (que está en 14.000 euros): 6.000 euros, un millón de las antiguas pesetas, es lo que pagó por este polémico “campanu 2011” un joven empresario gallego, Juan José Castaño, gerente de la empresa de aluminios ODL, radicada en el concejo pontevedrés de Valga.
     Y ayer sábado, en una cuchipanda memorable, quince afortunados comensales daban buena cuenta de la pieza (obviamente, hubo de ser congelada, dada la ya lejana fecha de su captura) en el Mesón Abelleira, de Brión. Según leemos en La Voz de Galicia, Pepe Abelleira y su compadre de fogones Marcial Duarte, conformaron el menú de la siguiente forma (teniendo en cuenta que aún con los casi seis kilos de salmón no era suficiente para dar satisfacción y “fartura” a tanto buen diente): para abrir boca una ensalada especial de inicio, con aguacate, tomate, lomo de bonito y jamón ibérico. Luego ya el salmón, en diferentes entregas: tostas de salmón con queso del país; revuelto de salmón con anchoas y pasas de Corinto; lomo de salmón a la plancha con tres salsas y guarnición de verduras; y salmón en salsa de erizos de mar con algas y almejas de la ría. Para completar, jarrete guisado con patatas panadera. Y de postre, una suculenta milhoja casera. Nada sabemos de los vinos que acompañaron, pero estamos seguros de su idoneidad y abundancia; como lo estamos de que la francachela culinaria hubo de prolongarse, con buenos chupitos de aguardiente y tragos largos y cortos hasta bastantes horas después de iniciada la “sentada”. También nosotros, si les parece, dado que la extensión de esta cuasi crónica nos ha traído hasta aquí, al tercer folio, dejaremos aplazado el artículo historiado habitual del salmón, que tiene, claro que sí, mucha enjundia y bien jugosa referencia historiada, para una muy próxima ocasión. Tal vez, incluso, mañana mismo, si el caso fuera de que la tarde de este domingo primaveral, tan sugerente, me indujera a volver, para escribirlo (aunque ninguna obligación tengo, recuerden, tal es mi envidiable fortuna prejubilada), a la iluminada pantalla, que ahora mismo apago. Buen provecho.


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