martes, 5 de abril de 2011

Ostras, qué problema


      Hagan correr la voz: la ostra peligra. Su propia supervivencia como especie, nos dicen, está gravemente amenazada. Y lo que es peor, esta vez no por uno sino por dos frentes simultáneos: de una parte, según leemos, están perdiendo capacidad para reproducirse, que no hay amenaza más cabal. La razón y la causa: pues que no se aclaran con su sexo.
Monumento a la ostra, en Arcade (Pontevedra)
     Empecemos por recordar, al respecto, que la ostra es hermafrodita, es decir, que actúa como macho y como hembra según le conviene al momento de su ciclo; lo cual se traduce en que, por esa ambigüedad, digamos que tiene sus caracteres sexuales un tanto delicados, frágiles y desdibujados. Y ocurre que, siendo así, y alimentándose, como lo hace, merced al filtrado de las aguas de su entorno, de un tiempo acá, según han descubierto con gran alarma los biólogos marinos, la pobre ostra se comporta que “ni fu ni fa”: cuando le toca ser hembra no alcanza a serlo completa, y cuando debe asumir su condición de macho, pues, digamos que “pierde muchísimo aceite”.
Feria anual de la ostra de Arcade, el primer
fin de semana de abril
      ¿Y de quién es la culpa de este comportamiento tan irregular y sospechoso? Pues, al parecer, de los “disruptores endocrinos”, que es como se conoce a las sustancias químicas susceptibles de alterar el equilibro hormonal de las personas o lo animales; por ejemplo más conocido, la píldora anticonceptiva. Y como resulta que esos disruptores, que al fin acaban arrastrados por el agua de la cisterna del baño, no resultan eliminados en las depuradoras, pues llegan al mar tal cual, y actúan en la pobre ostra (y mucho nos tememos que en otras especies también) con las desastrosas consecuencias señaladas.
parque ostrícola en Arcachón (Francia)
      La otra amenaza grave, la del otro “frente” que advertíamos, tiene por culpable a un herpevirus, el conocido como OsHV-1, que ya son ganas de complicarse para nombrar a un herpes. Pero el caso no es ninguna broma, porque este herpevirus, que se hizo presente en las costas de Francia no hace siquiera tres años, ya ha provocado allí la casi total desaparición de la ostra “japonesa”, o “rizada”. Aquí en España, por fortuna y de momento, la incidencia de esta nueva amenaza es mínima, ya que esa variedad de ostra “rizada”, que fue introducida masivamente en Francia en los años 80, cuando otra enfermedad, entonces provocada por un parásito protozoo, arrasó la población de la autóctona “ostra plana” (Ostrea Edulis), la más frecuente en Galicia y en el Cantábrico, y aunque también entonces las nuestras sufrieron una importantísima merma, no se llegó a considerar conveniente la importación sustitutoria de la “rizada” por el temor, que se sospechaba, de que pudiera afectar negativamente al cultivo de mejillón, que en Galicia, como bien se sabe, es producción principalísima y preferente, en tanto que segundo productor mundial de este molusco.
      Y bueno, dirán mis más asiduos visitantes, muy bien esta página de divulgación científica. Quedamos todos muy alarmados y advertidos ¡Ostras, qué problema!... como muy bien (¿o no?) has titulado. Pero, ¿y la “chicha” de la historia culinaria de la ostra, que ya los griegos la apreciaban, y los romanos se jugaban un consulado por tres docenas de ellas?... Pues, sí, claro que no faltará: en la “entrada” de mañana mismo nos ocuparemos de ello. Hasta entonces, como siempre, buen provecho… ¡Y séanme fieles!






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